En la vida de todo hombre existen momentos para ir a un putero. Sí, uno de esos lugares con mujeres desnudas que pretenden enamorarse de ti con el fin de conseguir tu dinero a cambio de su cuerpo. Pero lo que nuestras mujeres nunca entenderán es que los hombres no asistimos a esos lugares (al menos no todos) con el fin de llenar nuestra vacía existencia con sexo pagado, y nalgas libres para cualquier tacto travieso. No, señoras, ir al putero es un ritual masculino que va más allá del tenor sexual que se encuentra en la superficie; es un rito sagrado que consiste en interpretar la caricatura de un hombre seductor, compartiendo las risas y bromas que un buen momento con tus amigos y una cerveza en la mano te permiten. Es testosterona, es una reunión de primates gritando y emocionándose con luces y espejos. Es, tan sólo, permitir que el macho castrado por la vida familiar recuerde que tiene cojones y que alguna vez estuvieron bien puestos. Hoy esos cojones no son nuestros, son de nuestras mujeres. Entonces, ¿por qué no dejarnos jugar eventualmente a ser el seductor que alguna vez quisimos ser? Son sólo amigos y cervezas...
La última vez que fui a un putero (table, pelódromo, puchero, etc) me encontré a Ghostface Killah, se la estaba pasando tan bien con sus compas que sin dudarlo me dijo "este momento quedará plasmado para la eternidad en un disco". Supongo que fue así como nació este álbum.
No hay comentarios:
Publicar un comentario